Jugando al escritor

Suena mi móvil. Es un amigo. Necesita que le eche una mano. Sabe que tengo una cámara de vídeo bastante chula, de cuando me dio por «hacer cortometrajes», y quiere que grabe la presentación de su primera novela. Por su voz lo noto emocionado. Lleva años escribiéndola y por fin ha conseguido que se la publiquen. Le digo que sí. Continuar leyendo «Jugando al escritor»

Para soñar. Santiago Martínez, el «cazador de ovnis y alienígenas de Casares»

«Me ha escrito gente de fuera de España preguntándome por él y por el sitio porque quieren venir a ver ovnis», me comenta Manuel Ortega Lasaga cuando le pregunto por Santiago Martínez, el cazador de ovnis de Casares (Cantabria). Continuar leyendo «Para soñar. Santiago Martínez, el «cazador de ovnis y alienígenas de Casares»»

Mi mano izquierda

Tengo una cicatriz con forma de cráter en mi mano izquierda. Tenía dos años cuando me la hice con una plancha de la ropa. No recuerdo nada. Las imágenes del cómo sucedió no son de mi propia experiencia, sino de lo que siempre me han contado mis padres. Si ahora comenzase a escribir mis memorias, esta parte sería narrada en base a sus testimonios. Podría obviarla, porque como no me acuerdo de nada, es como si no lo hubiera vivido. Pero es imposible, la quemadura está ahí y algunas escenas del relato de mi vida han tenido lugar por ella, como cuando mi abuela paterna pensó que la quemadura me había dejado tonto e impedido y que la única manera que había de curarme para trabajar era llevar una mano de plata a la virgen de su pueblo.

Sin embargo, aunque la cicatriz es un hecho y mis padres coinciden en gran parte de la historia que me cuentan, a veces dudo. Son personas dadas a la exageración y tergiversación, cuando no negación, de un suceso: mi padre me ha negado cosas que le he visto hacer, y que otros también han contemplado; mientras que mi madre cree en los reptilianos y en teorías magufas loquísimas. Aparte de que, como digo, ambos se caracterizan por un estilo hiperbólico, también de cualquier tontería hacen un drama. ¿Puedo fiarme entonces de sus palabras?

Sí, vale, quién no tiene alguna anécdota de la infancia que no recuerda, sino que es transmitida a través de otros. Mi duda es si al escribir mis memorias debería o no tomar por verdad los testimonios de mis padres, aun teniendo en cuenta que suelen exagerar cuando cuentan una anécdota. Me chirría el pensar que mi relato empieza con algo de cuya veracidad no estoy seguro, por mucho que haya una quemadura en mi mano como prueba.

Esto me recuerda a cuando hace unos años comencé a interesarme por la figura de un actor español. Su cine me pareció tan marciano, situándolo en el contexto en el que se producía, que al final terminé dedicándole un blog, ya que no vi que se hablara mucho en internet sobre este peculiar personaje —o más bien, que no se hacía como pensaba que se debería hacer—. Unas cosas y otras me llevaron a contactar con muchas otras personas que lo admiraban. Tiempo después, terminé por conocerlo a él y a su familia y colaborando para evitar que su cine cayera en el olvido —«mantener la bandera», como ellos decían—. Era como un testigo de Jehová difundiendo la palabra del Señor.

La verdad que fue un honor compartir tales contenidos, con documentos que nos facilitó uno de sus hijos incluso, y testimonios de otros fans de las películas del «Maestro», como gustan apodarlo. Ahora lo veo como una secta, que un poco de tal tiene, pero entonces me gustaba aquello. La inocencia.

Pero las cosas cambiaron en cuanto falleció el actor. A partir de entonces descubrí que aquella verdad oficial, incluyendo toda aquella que yo compartía en mi blog, era en general falsa. Me gané la confianza de mucha gente que también estuvo cerca del intérprete y su familia. A mis oídos llegaron muchos testimonios que desmentían la verdad oficial de las autobiografía y libros dedicados a su figura —por no llamarlos hagiografías—. Incluso hicieron un documental. Me desencanté y me aparté. ¿Qué sentido tiene seguir compartiendo cosas que no son verdad y encima hacerlas pasar por tales? Dejé la labor a otras personas que sí querían seguir perpetuando la traca. Y ahí siguen.

A raíz de aquello dejé de tener ídolos. Sigo admirando a mucha gente, por supuesto, y no dejaré de hablar y escribir sobre cine y literatura y mil cosas, pero no idolatraré. No quiero que mi mano sea cómplice de más tracas. Lo malo es que a veces resulta complicado evitarlas.

El poltergeist de Sanse

Madrid es un foco de fenómenos paranormales, los atrae como la luz a los mosquitos. Cuando caminamos por sus calles, no resulta complicado pasar junto a edificios cuyas paredes han albergado sucesos extraños, algunos con más de dos siglos de antigüedad, luego convertidos en conocidos espacios misteriosos: Continuar leyendo «El poltergeist de Sanse»

Prometo escribir y no hacerme caso

Llevo muy mal escribir. Me encanta hacerlo pero a la vez no puedo. No existen motivos económicos que me lo impidan, como me pasaba cuando me dio por hacer cine, y además, aunque poco, dispongo cada día de tiempo para redactar unas líneas o unos párrafos. Aparte de eso, si bien no me considero una persona imaginativa —o eso creo—, siempre se me ocurren Continuar leyendo «Prometo escribir y no hacerme caso»